A CONTINUACIÓN COMPARTO OTRO CUENTO DE LOS DERECHOS DEL NIÑO”

¡Cuanto trabajo
Cuanto trabajo!
(DERECHO A INFORMARSE)
Cuando la noche cae en el bosque, despiertan los pequeños animales nocturnos. Entonces se asoman fuera de la cueva para oler el aire, arrugando la nariz y moviendo los bigotes.
A la comadrejita trompuda le cuesta mucho levantarse. Sí acercáramos el oído a su pequeña cueva podríamos oír cómo rezonga:
¡Cuánto trabajo! Cuanto trabajo! Repite.
Ese anochecer no era diferente a los anteriores.
Tuco-tuco se despertó y olió el aire para estar seguro de que podría salir sin peligro, pero al hacerlo… ¡Un momento! Algo no estaba bien, en el aire había un olor muy extraño. Nunca nadie le había informado a cerca de este olor.
No era el olor del señor Puma, olor que había sentido cuando un enorme puma estuvo persiguiéndolo, pues nadie le había aconsejado a cerca de este olor.
No era el olor del tío zorro, olor que había olfateado cuando casi lo había mordido un zorro y sobre el cuál nunca nadie le había dicho nada.
No era el olor de don Gato Montés, olor que había percibido recién cuando una de sus garras le había desgarrado un pedacito de piel, pues nadie le había advertido acerca de dicho olor.
Esta vez arrugó la nariz
Y decidió ir a preguntarle a don Cururo, que todo lo sabía. Partió a corriendo hasta el roble entre cuyas raíces vivía el anciano y sabio Cururo, pero al llegar… ¡Un momento algo no estaba bien!
Don Cururo, maleta en mano, se disponía a partir.
Buenas noches Don Cururo ¿Va de viaje?
¿Y que esperas que haga? ¿A caso no te has dado cuenta de que el bosque hay fuego?
Ah pensó Tuco-tuco “ese olor tan raro debe ser olor a fuego, sobre el cuál nadie me ha dicho nada, pero ¿Qué será el fuego?
Si- pero- ¿Qué tiene que ver el fuego con su viaje?
-Viaje-viaje-Has de saber jovencito, que yo no voy de viaje a cualquier parte. Lo que estoy haciendo es huir de este voraz incendio que amenaza quemar el bosque entero.
“Ah”, pensó Tuco – tuco, “ese olor tan raro debe ser olor a incendio, sobre el cual nada me han contado, pero… ¿Qué será un incendio?
Bien, - preguntó- ¿Y porque hay que escapar del incendio?
Don Cururo lo miro y también miro al su alrededor porque muchos animales se habían reunido.

Ante tan selecto público del bosque, don Cururo se entusiasmó y siguió hablando y hablando.
-Si hay fuego-decía- es porque hay un incendio y llamas que saltan y bailan quemando la madera.
“¿Ah?” pensó Tuco-tuco “ese olor tan raro debe ser olor a madera quemada, sobre la cual nunca nadie me ha informado , pero…¿Cómo será la madera quemada?
-También arderán nuestras casas con todo lo que esté adentro. Y si uno está adentro…-iba a continuar diciendo don Cururo cuando…¿Un momento algo no estaba bien!
--CRAUUUUUUUUUCH.
Una enorme rama cayó desde lo alto y luego otra y otra más.
¡Todas las ramas Caían envueltas en llamas!
Tuco-tuco supo de una ves lo que era el fuego, un incendio y la madera quemada. Pero lo peor de todo fue que también supo lo que era estar rodeado por las llamas sin poder escapar.
Había mucho fuego y hacía mucho calor y había mucho humo y caían muchas ramas ardiendo. ¡Era como si el mundo se viniera abajo ¡
El pobrecito Tu-tuco se asustó tanto que se desmayó. Pero lo último que alcanzó a oír antes de desmayarse fueron unos potentes rugidos.
-¡BRRRRRRRRR. BRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR!

Y lo último que alcanzó a ver antes de desmayarse fue una gigantesca sombra sobre él.
Lo último que alcanzó a sentir antes de desmayarse fueron gotitas muy, muy finas, que caían sobre su cara y sobre su cuerpo y también sobre el bosque. Luego, no supo nada más.
Las horas pasaron lentamente…….
Tuco-tuco, poquito a poco comenzó a recordar el conocimiento. Sentía dolorcillos por todo el cuerpo. Entonces escuchó:
-Cuanto trabajo -cuanto trabajo-cuanto trabajo
Era la comadrejita trompuda que se quejaba mientras curaba sus heridas con barro y musgos, sin dejar de regañar:
-Cuanto trabajo-Cuanto trabajo- Cuanto trabajo………

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